viernes, 19 de septiembre de 2014

Época de mudanza


  Llegó el momento. Ahora sí que sí tocaba marcharse de casa, y no era un "me voy a pasar el fin de semana fuera" o "me voy de Erasmus"o "me marcho a trabajar fuera un año"; ahora me iba de la querida casa de mis padres al que sería mi nuevo hogar. 
 Siempre me he considerado una persona de extremos, jugando al todo o nada en cualquiera de las situaciones que la vida me ha presentado. Pero he de reconocer que en cuestión de mudanzas soy lo más gris que pueda existir. O al menos así está siendo.
 Supongo que sacar todas tus cosas de una casa que ha sido tu sitio durante tantos años es más que una tarea pesada, es un ¡¡ auténtico rollo!! Pero no solo físico, sino más bien en lo sentimental. Por un lado nunca podría imaginar la cantidad de cosas que uno puede acumular en una habitación. Desde ropa a libros, pasando por post-it de buenos deseos, notitas que me pasaba con mis amigas en el colegio, ¡¡Decenas de libretas!!, entradas de conciertos de hace más de 10 años, botes de pintura, cd´s de música discotequera, otros discos de cantautores, fotos de escapadas... El día que comencé a hacer la mudanza logré reunir encima de mi cama todas las distintas versiones de mí, mi época de no entiendo el mundo, mi época más hippie, cuando me dió por pintar, o cuando conocí lugares de África,... distintas princesas sin tacones que ahora debía guardar en cajas y llevarlas a otro lugar.


Hace mucho tiempo leí un libro que aconsejaba tirar todos las cosas que no usaras en un año a la basura, despejando espacio físico y mental. Claro que tirar tantos recuerdos me producía una especie de reacción alérgica difícil de explicar. Así que sabía que no haría caso de aquel libro, aunque tenía acumuladas cosas sin usar desde hacía años.
El problema no eran aquellos trastos, el problema era cómo asumes que no te puedes llevar tantas cosas a tu nueva casa porque allí ya no tienen sentido. Lo que quisieras sería volver cada vez que puedas a esa casa y encontrar tu cuarto tal cual estaba. :)
Pero tienes que afrontar que tienes que recoger todo y organizarlo como mejor puedas en tu nueva casa. Y esos cajones abarrotados de recuerdos son como pequeñas trampas que te hacen pasar una tarde entera con la lagrimilla fuera. Aunque también te llena de alegría descubrir aquello que guardaste en esa cajita hace ya tanto tiempo y que ahora vuelves a descubrir como si de un tesoro se tratase.



 Por eso es mejor hacer la mudanza poco a poco, cada semana me llevo alguna cosa en mi maleta, y así poco a poco dices adiós a ese lugar al que por supuesto volverás pero ya no será de la misma forma.
Lo más bonito de todo es empezar una casa nueva, en la que cada habitación tenga algo especial y dentro de unos años logres reunir otra vez nuevas versiones de ti mismo en libretas, música, libros... y vuelvas a sentir que el tiempo pasa y construye nuevos recuerdos. Recuerdos que aunque a veces guardemos en una caja, no se esfumarán porque volveremos a cogerlos de vez en cuando. 



Mudanzas en lo material pero no en el sentimental, así molan más :)