Siempre que te despides de una ciudad, una parte de ti se queda vagando por sus calles y un vasito de nostalgia es tu desayuno durante algún tiempo.
Da tristeza decir adiós a cualquier lugar, pero si es un sitio en el que reíste tantas veces como las que lloraste, entonces da más tristeza aún. Y si esa ciudad es Madrid, a mí en particular me da más nostalgia todavía. ¿Madrid? Sí, es cierto, es una ciudad a la que sabes que volverás: irás un fin de semana a toda prisa, cogerás un vuelo allí o, como mucho, pasarás unos días en casa de algún amigo. Pero aunque vuelvas nunca lograrás revivir la esencia de esta capital que a mi al menos me ha tocado el corazón.
Madrid es una ciudad que acoge a todo aquel nómada que por allí se deja caer. Allí nadie es de ese lugar, pero todos se sienten parte de él. Es un lugar que te hace sentir uno más entre toda la muchedumbre, te abraza y te da calor cuando el invierno aprieta.
Te levantas cada mañana con aires nuevos y nunca vuelves a casa ni a la misma hora ni por el mismo camino. Sus calles te atrapan y te conducen a lugares insospechados o solo conocidos en tus sueños. Así es Madrid, de todos y de nadie.
Si las paredes de las calles hablasen contarían historias de su gente, y nos sorprenderíamos de toda la magia que se esconde detrás de ellas. Y es que Madrid es lugar de reencuentros, de amistades nuevas y de amistades antiguas. Es levantarte una mañana y decir "hoy salgo a la calle sin rumbo fijo, porque llegaré a donde quiera llegar". Madrid huele a un café con leche muy temprano, a gente que con prisa, a paseos, a risas y a noches largas.
Cada vez me doy más cuenta de cómo al viajar a una ciudad ya no me dedico a apuntarme en una lista todo lo que quiero ir a visitar. No voy con la lengua fuera buscando monumentos sin cesar, cumpliendo un horario establecido de "esto tengo que verlo sí o sí". No, cada vez más visito las ciudades con aires de querer conocer la esencia que esconden. Es como poder empaparte de la intrahistoria que hay detrás de cada sitio, descubrir qué es lo que le hace especial, y eso no está encerrado en ningún museo de este mundo.
Las ciudades hacen arte a diario, solo hay que saber encontrarlo. Porque te podrás ir al lugar más típico de una ciudad y no sentir nada, mejor sentarte a tomar una cerveza en cualquier bar de toda la vida de una calle cualquiera para conocer lo que de verdad es esa ciudad.
Yo voy a echar de menos Madrid, esos rincones tan especiales del barrio de Chamberí, comer croquetas en cualquier bar, salir a pasear sin saber a donde llegarás, pequeñas tiendas de toda la vida, dormir poco, vivir más... pero sé que encontraré nuevas ciudades en las que perderme.
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