Ambiente húmedo, cielo gris y gente corriendo. Sin duda, adoro los días de lluvia.
Cuando era pequeña los odiaba, pero cada vez que lo decía en alto mi madre comentaba "ay, cómo me gustan estos días". Y poco a poco, he ido acercándome a este pensamiento.
Y es que creo que con la edad, llegas a apreciar realmente lo que la naturaleza te regala.
Cuando llueve, es como que el tiempo te habla, las gotas caen cerca de ti y te susurran cosas al oído. Para mí son días de pensar, de tomar tiempo para reflexionar y sacar un hueco para ver la lluvia a través del cristal.
Admirar cómo caen las gotas y disfrutar de un paisaje que parece dibujado por un gran artista. Es cierto que estos días anuncian un poco de melancolía y a veces tristeza. Pero cuando sabes admirar estos momentos, te das cuenta que el mundo te está diciendo algo. Quizás sea un "párate un poco y siéntate a estar tranquilo", a organizarte tu camino y a marcarte tus objetivos. Porque seguramente en los días de sol, no tengas esa oportunidad. Estas tan alegre que no te paras a pensar si vas por buen camino, solo quieres salir ahí fuera y comerte el mundo.
A mi me encanta caminar por la calle y ver cómo se reflejan los edificios en los charcos. Se crea una nueva ciudad a mis pies.
El otoño tiene un sabor especial creando el ambiente perfecto para disfrutar de la vida. Son momentos de pasear, de respirar aire puro, de charlar en con una taza de café caliente...
Y por qué no, de mojarte un poco. Si dejas el paraguas un rato y permites a la lluvia caer encima tuya, sientes que estás vivo, a mí me recuerda a cuando de niña saltaba por los charcos como una loca sin reparar en si me mojaba o no, solo era feliz.
A veces, hay que vestirse de niño pequeño y salir a jugar un poco, disfrutar lo que la vida nos regala, ya sea lluvia o sol. Hay que hacerle frente con la misma fuerza. Porque sino, la vida pasa ante nosotros, y nos habremos quedado sentado refunfuñando por el mal día que hace, comentando con el vecino el tiempo tan malo que estamos teniendo...
En Sierra Leona cuando llueve es un día importante porque pueden recoger agua para el resto de la semana. Sacan todos los recipientes que tienen a la calle y dejan que se llenen.
Las madres aprovechan para lavar a los niños, los llenan de jabón y con el agua que cae los van enjuagando. Es toda una fiesta porque no tendrán que ir lejos para conseguir agua, sino que "se la regalan del cielo".
Pensemos lo mismo que mi sabia madre y disfrutemos de estos días, que son parte de nuestra vida.
¡A por los charcos!